Sea por cariño, costumbre, verdadero significado o norma de etiqueta social; en este día, 8 de marzo, muchas mujeres y muchos hombres le dicen «Feliz Día» a las mujeres cercanas de su vida.
Antes de continuar con la idea esencial de esta publicación, me permito comentar lo siguiente:
No considero que debamos dejar de decir «Feliz Día». Menciono esto, porque hay una campaña de: «No me digas feliz día», motivando a qué en vez de decir esas palabras, más bien las personas busquen cambiar sus acciones para construir una sociedad con menos acoso y mayor empoderamiento de la mujer.
Me gusta ese tipo de campañas, porque de alguna manera recuerdan a la sociedad que más importante que una flor o un dulce, es el respeto y la libertad de las mujeres.
Sin embargo, con mucha humildad me gustaría expresar también mi inconformidad. No frente a los derechos que estas campañas buscan defender, pues yo levanto mi voz junto a ellas, sino ante las formas de expresarse para lograrlo.
Continuando. En mi casa, nunca se insinuó siquiera que la mujer es menos capaz que el hombre, mucho menos fueron mencionadas ideas machistas en cuanto a las responsabilidades del hogar. Ambos, mi mamá y mi papá, siempre nos enseñaron a mis hermanos y a mí a respetar los derechos, ideas y libertad de las personas, sean mujeres u hombres.
Mi papá y mi mamá siempre nos enseñaron que el hogar es de la familia, en donde sus miembros se deben respeto y cuidado; pero que asimismo las responsabilidades son compartidas.
En mi caso, somos una abuelita, una mamá, un papá y tres hijos varones. Así que, si nuestra visión de la vida fuera machista, hubiese sido un martirio para mi abuelita y mi mamá. Pero sucede lo contrario, mi papá y mi mamá nos guiaron a entender que las responsabilidades del hogar no es cuestión de género, sino de servicio por parte de los miembros de la familia hacia los demás.
Mi papá y mi mamá siempre nos enseñaron que la educación y el desarrollo del criterio propio son fundamentales en el equilibrio sano del ser humano, sea mujer u hombre.
Con lo que, a mi mente viene el nombre de una valiente joven que ha impactado el mundo con voz y acción, demandando justicia y equidad de género en la educación y la sociedad; de tal forma que, niñas y adolescentes disfruten de buena educación en un ambiente que las respete. Su nombre es Malala Yousafzai, de quien me parecen notables dos, de muchos, aspectos que pude percibir en un documental sobre su vida: primero, ella demanda respeto, respetando a los demás, sin denigrar a otros a partir de estereotipos o generalidades. Y segundo, ella cuenta con emoción la importancia que tuvieron sus padres para que ella llegue a ser quien vemos ahora; mencionando, entre varias cosas más, como su padre siendo educador no solo permitió sino que impulsó su educación, guiándola a expresar sus ideas, a tener criterio, a defender sus convicciones y no permitir que otros la denigren por ser mujer.
Todas las mujeres pueden impactar el mundo. Quizás no siempre con gran atención pública o de los medios de comunicación, pero siempre en sus familias, en sus lugares de trabajo, negocio, estudio o donde sea que existan.
Las mujeres que más admiro suelen coincidir en estas características: criterio propio, elegancia, pasión y respeto. Desde mi esposita, mi mamá, mi abuelita, mis primas, mis tías, mis amigas, hermanas en Cristo y más mujeres en la historia; he notado su valentía al levantar la voz para defender sus ideas y convicciones, he notado que pueden callarle la boca a cualquiera que pretenda intimidarlas sin necesidad de denigrarlo y rebajarse al mismo nivel, he notado que su búsqueda de superación no es para demostrar a los hombres que también pueden hacerlo sino para vencerse a sí mismas, y he notado que quieren respeto y protección de sus derechos porque ellas no dejan de respetar los derechos de los demás, por eso tienen autoridad para demandar que así sea.
En palabras parafraseadas de Margaret Tatcher: «Ser poderoso es como ser una dama. Si tienes que andar alardeando de serlo, entonces no lo eres».
Considerando todo esto, yo si les deseo un ¡Feliz Día de la Mujer!
Lo hago porque cuando digo esas palabras no dejo de recordar lo que motivó a que conmemoremos el 8 de marzo de cada año. Tuvo que costarles la vida a cientos de mujeres que debieron salir a las calles a protestar pidiendo que cambien las míseras condiciones laborales a las que habían sido sometidas, para que su integridad y posición en la sociedad sean protegidas, buscando al menos poder tener tiempo para dar de lactar a sus hijos y que en los ambientes laborales no las traten de menos por el hecho de ser mujeres. Tuvieron que luchar para que sus derechos sean respetados, deseando caminar en las calles sin acoso, que la gente deje de limitar su sexualidad y libertad de pensamiento, para que la sociedad deje de menospreciarlas por conceptos retrógrados y misóginos.
Les deseo un feliz día, sin perder de mi pensamiento la razón de por qué conmemoramos esta fecha. Ese motivo por el cual debemos mantenerla en nuestras mentes.
Les deseo un feliz día porque podemos celebrar los cambios y avances que se han dado en los últimos siglos en pro de los derechos de la mujer, sin olvidar que no son suficientes y nos queda mucho más por hacer puesto que alrededor del mundo millones de mujeres sufren desigualdad, discriminación, opresión y aún esclavitud. Tanto mujeres como hombres somos responsables de que nuestra sociedad cambie y mejore para defender la integridad y derechos de todas las personas.
Cuando le digo “feliz día” a una de las mujeres cercanas de mi vida, agradezco a Dios por su vida y la bendición que es en la mía. Varios son los pasajes bíblicos que podemos encontrar en las Escrituras donde nos recuerdan lo valiosa que es la mujer desde su creación a la imagen de Dios (ej. Génesis 1:27) hasta las diferentes facetas de su vida (ej. Proverbios 31:10-31); además del mandato de honrarlas pues son coherederas de la gracia (1 Pedro 3:7), es decir, el ser mujer u hombre no cambia la misericordia, gracia y herencia eterna dada por Dios por medio de Cristo Jesús, teniendo las mismas oportunidades, derechos y obligaciones como hijas e hijos de Dios.
Y, sin olvidar que el mismo mandato en ese pasaje (1 Pedro 3:7) dice: “honrarlas como a vaso frágil”, no usando el término “frágil” como alusión a debilidad, sino como aquello que uno más valora y protege con respeto.
En fin, que gusto poder escribir esta publicación y espero que tengan un lindo tiempo. ¡Feliz Día! ¡Bendiciones!
En el amor de Cristo Jesús,
Jonathan Ricardo Proaño Alcívar
@parlox
La imagen destacada de esta publicación es una creación de "Arte Radikal Para Jesús", y puedes encontrar más de sus diseños en arteradikalparajesus.blogspot.com
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